viernes, 16 de febrero de 2018

Cuando el pan es un lujo

Me maldigo, me burlo de mí mismo cuando veo la panadería abierta, me dirijo a la puerta y tengo que dar marcha atrás apretando contra el bolsillo un billete de veinte pesos que mañana me faltará, pues un pan es un lujo que no me permito ante la precariedad de mi salario con el que ni siquiera llego a fin de mes; y, dando la espalda a mi antojo, me aborrezco a mí mismo porque por mi falta de talento, de egoísmo no estoy en otra condición para tomar decisiones con facilidad sobre asuntos tan rutinarios.

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