Soy un devorador de la ciencia ficción. Pero sólo en la pantalla. No soy asiduo a las salas de cine, así como a los museos o centros de reunión. Soy un huraño y para muestra están las quejas de mi esposa de que ni a la esquina salgo. Sólo que esto va de películas, no de misantropía.
Nunca fui pretencioso con el arte, nunca imaginé terminar mis días en un periódico o tratando de escribir un cuento, dedicado de alguna u otra manera a la escritura (oficio que aborrezco, pero para el que tengo un uno por ciento de talento: a algo hay que dedicarse en la vida). Por ello, poco me importa el cine, y más el chocoso y disque elitista-intelectual con el que catalogan el cine de arte; una loza pesada esa etiqueta (deberían reflexionarlo, sesudos). Lo que es, es, y punto.
Pero esto va de películas. O una película. Esto no va de una película en particular, sino de las tardes de sábado junto a mi hermano mirando el maratón cinematográfico en Canal 5 en una televisión de 14 pulgadas a blanco y negro. (Texto completo en Trinchera)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario