Durante las décadas de 1970 y 1990 el Estado mexicano, en alianza con caciques locales y grandes empresarios nacionales e internacionales, mediante la violencia, la mentira y el fraude se hicieron de grandes extensiones de tierra a lo largo de la costa del Pacífico sur de México. Desde Michoacán, pasando por Guerrero y Oaxaca, hasta Chiapas este despojo implicó invasión territorial, represión, sitios bélicos inhumanos contra las poblaciones que no aceptaban vender “por la buena” y a precio irrisorio sus tierras, además de agresiones físicas y asesinatos.
Esta historia oscura —como todas las historias oscuras de nuestro país— ha permanecido silenciada por décadas, circulando de boca en boca, por abajito y en voz baja, a pesar de que en los Ministerios Públicos, las oficinas de Bienes Comunales, algunos registros periodísticos y hasta en instituciones públicas, como el Instituto Nacional Indígena, están los documentos con testimonios campesinos y ejidatarios relatando cómo las sacaban de sus casas, de sus huertas, de sus encierros, policías de todos los niveles y militares. El desplazamiento interno forzado —tan en boga últimamente— es un hecho violento que ha ocurrido a lo largo de siglos, ha sido el método más efectivo para el colonialismo extranjero y nacional.(Texto completo en Capote)
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