Al pie de un edificio semiderruido, un anuncio
revolotea sobre una cortina roja que trata de darle misticismo al lugar. El
efecto es el contrario: Lectura de cartas, reza la cartulina colgada en la
entrada del negocio. Es la calle Terán, sobre la periferia del Monumento a la
Revolución, a unos pasos de la avenida Puente Alvarado. El edificio
resquebrajado parece deshabitado y el negocio no tiene la clientela esperada
por más cartas a favor que se avienten al viento.
Estas calles, en pleno corazón de la Ciudad de
México, son tan distintas a los grandes edificios plantados a la redonda, a los
museos; están llenas de vagabundos, prostitutas, hoteles de paso, comerciantes
ambulantes y, por cada manzana, tres, cuatro, cinco inmuebles deshabitados,
agrietados por el paso del tiempo, pintarrajeados con poco arte, que rompen con
el paisaje tranquilo y espacioso que se pretende dar desde la sede de la
delegación Cuauhtémoc o la falsa elegancia con la que está remodelada la estación
del Metro Revolución. (Texto completo en La Crónica de Hoy)
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