jueves, 29 de diciembre de 2016

La noche es una bala en la cabeza

Creo que el asunto es así. La noche es atravesada por ambulancias salvajes y hojitas secas de lluvia. Mierda. La noche es un abismo para partirse la jeta y soñar que juego fútbol en el pasto tropicocelestial de un campo que nunca existirá en esta tierra. Intento recordar. Su olor a lluvia inundando de tristeza a mis pulmones, su olor a especie en extinción, a canción silenciosa en una rockola fuera de mercado. Mierda. El fútbol. La lluvia. Su olor. El olor a pólvora que me acorrala cada que cumplo con el encargo. Gatos lamiéndose la pereza bajo árboles de mango. Y el mar lanzándome guantazos y patadas voladoras. Mierda. Ya perdí el hilo de la narración. Es el olor a hospital lo que no me deja aclarar cómo arruiné la bala si nunca he fallado un tiro de gracia por más lejano que esté el objetivo. Y este olor a ella, a gato triste, a perro surfeando olas peligrosas. Mierda. ¿Cómo iba la trama? Estoy perdido en Bahía Spy y mis pasos no suenan en la acera. Mierda. Ese hijodeputa fue más certero que yo. Y ya no puedo volver a la guarida y decirle al jefe, con la cola entre las patas y la pistola asegurada por los policías, que erré el tiro y ya no traía más balas, llegar y decir: mr. Chaparro, fíjese que por el olor de una mujer por primera vez en mi vida profesional no cumplí con el encargo, le ruego que esparza mis cenizas allá por Alone Palm, si no es mucha molestia, y si su corazoncito da pa' más entregue la liquidación a mi madre. Mierda, la noche es una pequeña isla donde beber cerveza bajo un almendro y oler el olor a tristeza que ella incrustó en mis dedos que se pusieron nerviosos a la hora de la hora de volarle los sesos a la competencia.

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