domingo, 29 de junio de 2014

Sobre el antifútbol y el fútbol-arte de España

La selección de fútbol española ha sido, a pesar de no trascender en Brasil, el equipo de moda en los años recientes. Su estilo se basa en el toque y largas posesiones, algo que tanto ha deslumbrado a los seguidores de este deporte de masas, pero la virtud que más simpatía generó fue la lealtad con el deportivismo, lo que la FIFA vende como Fair Play. Era raro ver a un jugador español dar golpes violentos, hacer reclamos radicales al árbitro (durante y después de los partidos) o tratar de simular faltas.
Esa generación española sólo se encargaba de mover el balón de un lado a otro para confundir al rival. Ellos compitieron, brillaron, ganaron, fueron campeones, dominaron el fútbol mundial con gran técnica y practicando un juego limpio descarado, algo extraño en este deporte de contacto que a tantos humanos obnubila.

Si Inglaterra vive con la maldición de La Mano de Dios, uno de esos dos goles de Maradona que tiene traumados a los ingleses desde 1986, es porque no se ha decidido a violar los valores del espectáculo que inventó, es decir, poner en marcha con jiribilla, sin que el árbitro se dé cuenta, el antifútbol.
Lo contrario del crack mundial Arjen Robben que entrará negativamente en el imaginario del aficionado mexicano pues su simulación derivó en la frustración colectiva de este país donde, después de la Virgen María, la selección mexicana es lo más sagrado. Pero el holandés hizo lo que le faltó hace cuatro años para conseguir la copa del mundo y, estos reyes del subcampeonato, seguirán con esas formas para liberarse de esa maldición. Al perder una final más en Sudáfrica, la mítica Naranja mecánica entendió que por las buenas nunca será campeona del mundo y hoy persiguen la anhelada estrella practicando un fútbol físico, rudo, sin la creatividad y el buen toque de moda, han renunciado a la herencia que les dejó Cruyff: la eterna subcampeona recurrirá al fútbol o al antifútbol para lograr su cometido.
En el fútbol ha habido grandes equipos que, sin recurrir a simulaciones ni violencia, lograron ser mitos deportivos. Sin embargo, habrá que dejar en claro que el antifútbol es una parte medular del fútbol. Sin simulaciones, errores arbitrales, patadas violentas, manos indebidas este deporte no generara ese imán de emociones que lo convierten en un fenómeno de masas y de economía global. Y para ganar limpiamente hay que ser la España de Iniesta, Xavi, Casillas, Villa; o mitos como Pelé, Beckenbauer o Ronaldo.
Por ello, a los mortales no nos queda más que entender el fútbol, lo dice César Cansino, como "una guerra de principio a fin, una batalla campal, cruenta y sórdida, donde todo se vale para obtener el triunfo... con tal de que no lo vea el árbitro", y dejarse de quejumbres porque es iluso aquel que cree en el fair play, parafraseando a Julián Herbert, pues el futuro futbolista desde los 10 años va aprendiendo el método de simulación para engañar y ganar. La simulación es el aderezo de todo espectáculo, y en el fútbol no tiene porqué faltar.

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