Ella estaba detrás del laberinto.
Lo supe al conocerla.
Tenías que haberla visto. Tenías que habernos visto.
Era casi imposible imaginar
a dos seres tan frágiles,
con un fulgor tan raramente humano.
Pero ella está detrás del laberinto
y no hay salida fuera de sí misma:
es un hotel costero abandonado
donde todas las puertas nos llevan hasta el mar.*
A partir de la deconstrucción del poema Laberinto de Joaquín Pérez Azaustre.
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