miércoles, 13 de marzo de 2013

Diagonales suicidas (novela en proceso)

Me he encontrado con Diego. Pocas cosas no han cambiado en la última década. Seguimos teniendo la cara de niños aunque en la mirada se le note que él tiene dos hijos y que yo estoy oxidado por tanto tabaco. Recuerdo la mañana en que pasó frente a nosotros Carolina. Era lunes. "Para el miércoles esa chica será mía", le dije y se burló. Ella era chaparrita con unas pantorrillas que valían la pena, sus minifaldas eran asunto cotidiano. Y su mirada asonante se quedó en mi diario. Me gustaba como un simple deseo juvenil. Fui detrás de ella, nos reímos y dos días después era mi novia. Ella tenía un padre machista, un afán de ser enfermera para seguir coleccionando minifaldas y unos amigos que se sentían dioses. Ese mismo día Javi estrenaba novia, también se llamaba Carolina y era de nuestro grupo. Una mujer alta, coqueta y fiestera. Le recordé a Diego como se deshizo de mí Carolina en 48 horas. No le gustaba el fútbol, ni la melosidad de mis besos. En el mismo Lapso Javi perdió a su chica. Paradojas de la vida. Diego me preguntó por Paco, no le quise hablar de su suicidio. Recuerdo: Diego era mi suplente en las canchas de fútbol y le cambié el tema hablando del penal que falló y ya no fuimos campeones. Él sí que habló de Carolina. Estaba casada, tampoco le han pasado los años, conserva su cara de niña aunque tenga una hija y sus pantorrillas siguen intactas. Se casó con un mecánico, sufre y no se acuerda de mí. El silencio nos acorrala, seguimos esperando algo aunque nuestras vidas ya casi hayan tomado rumbo. "No he vuelto a jugar fútbol desde aquellos días. Deja de fumar. Me saludas a Paco", me dijo Diego antes de tomar el urbano. Y desaparecimos como aquellos disparos que no fueron goles porque pegaban en el poste.

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