jueves, 3 de enero de 2013

Lucidez

Hay días en que se enciende la lucidez. Te curas olvidos, cansancios, tristezas, sueño y estrés. Me paso hace algunas horas. Salí del trabajo. Caminaba entre la masa de turistas y se me vinieron ideas.
Con la lucidez el insomnio penetra. Tienes el ímpetu de retratar tus pensamientos, las imágenes que se te vienen a la mente mientras deambulas por la soledad. La lucidez nace del ocio. De la absoluta despreocupación por los ajetreos de la vida. Y saber combinar lecturas: filosofía, poesía, narrativa que se atraigan para que la bomba inicie su mecanismo. No aparece por generación espontánea o ingenua hechicería. Hay que estar hurgando este libro, aquel artículo, cierta novelita.
Sin embargo, es duro mantenerla. La condición física de la lucidez es breve. Fugaz. Hay quienes la llaman musa, inspiración. Iluminación. Prefiero llamarla lucidez. Estado en el que entiendes ciertos eventos de tu vida o de tu entorno. Estado que se anega de ocurrencias. Melancolía, nostalgia, fuerza creativa.
Pero hay que estar a tope. Haciendo las labores. Lo decía Picasso: “la inspiración existe pero debe encontrarte trabajando”.

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