Les envidio sus triunfos miseria, su fariseísmo elegante, sus anhelos de vivir eternamente por sobre todas las cosas. Les envidio su religión vuelta praxis; no sólo me refiero a cuestiones de dioses, sino a la manera egoísta con la que alimentan de mierda su espiritualidad.
Los envidio cuando amanece, cuando anochece, cuando el insomnio me da ansias de salir a asesinar personas poderosas y a darle de comer a quienes viven en la calle. Cuando recuerdo a mi madre, cuando vuelvo a mi infancia, cuando reniego de la lucha social que me heredó mi padre. Cuando comprendo que soy un desconocido para mis hermanos. Cuando mi compañera me rechaza en la cama. Cuando hago la tarea con mi hijo mayor. Cuando juego futbol con mi hijo menor. Cuando la lluvia.
Les envidio su lógica utilitaria, su ignorancia e ingenuidad cuando alardean que pueden vivir ajenos al mercado y al Estado: sin cambiar su lógica; como si el mercado y el Estado fueran una caricatura de domingo por la mañana de la que pueden escaparse apretando un botón. La plusvalía, la cuenta bancaria, las inversiones, la casa recién comprada, el coche del año, ante todo. Y que los demás sobrevivan como boyas en el reino de la precariedad.
Les envidio que se emborrachen con tres cervezas: a mí ni el whisky revuelto con mezcal me saca de la realidad, del infierno, de mi cerebro cosechando huracanes y naufragios.
Les envidio su lírica, su retórica para minimizar a la gente de a pie y farfullar intelectualmente contra estos —según ustedes— adoradores de la nada. Su superioridad cultural, elitista y clasista, ante todo. Eso les envidio.
Los envidio cuando busco en el mar la lengua de mis ancestros y no la encuentro. Cuando estoy en el mar y destruyo mis alucinaciones, mis planes a futuro, mi historia.
Les envidio su esa forma de ir por la vida ajenos a la desolación de quienes están al lado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario