Al único “héroe nacional” que admiro es Emiliano Zapata y no precisamente por la falacia de que haya sido “un campesino pobre”, sino por la rebeldía y lo antisistema que destiló a principio del siglo pasado, elementos que nunca han entendido sus férreos, avariciosos y ultraconservadores seguidores.
En tiempos en que se persigue la conciencia y volvemos a tiempos de Santa Inquisición, la pintura de Fabián Cháirez se vuelve un emblema de la lucha por los derechos humanos, por convivir pacíficamente, por hacer comunidad entre todas nuestras diferencias, ideologías y preferencias.
Por no denigrar el movimiento de las organizaciones campesinas que se movilizan contra la pintura en Bellas Artes y que buscan otros asuntos, excepto reivindicar la figura del General, como lo llaman con prepotencia y clasismo.
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