a mi silencio, con tu vocación (literaria) inscrita
en los naipes de mi soledad y tu camaleónica sonrisa
circundada por el polvo del puerto. Vendrás
con tus dudas y tu pantalón ese suave y deslavado
y tan piel de cebra; con tus mudeces y tu cabellera esa en
la que me arrojo
vendrás con tu cabellera pues ahí pierdo la respiración
por otro motivo, el de amarte seguramente, y no este asma
que carcome
a mis pulmones desde no sé cuando (mientras te leo un poema
o un cuento al teléfono). Vendrás de una isla a otra
para perdernos entre los edificios, entre el tartamudeo de
las aguas,
a unos pasos del engrane del futuro, para ser presa de los
vendedores ambulantes,
viendo cómo marchan los malos tiempos por la ciudad,
cómo se despoja de su pasado, cómo se retuerce
en sus primeros años, ya lejanos.
Vendrás y yo no pondré resistencia alguna,
más que para aquello, cuando vuelves en sí, a ti,
y dices que han pasado las horas y es momento de volver a
casa,
volver a tu autobiografía en donde carezco de menciones de
honor,
de menciones de amor a toda voz,
para que los demás se den por enterados
de la querencia que ponemos en marcha
cuando nos acompañamos, cuando nos habituamos a nosotros
al ir tomados de la mano y vemos el transcurso de los
árboles,
del transporte colectivo y otros jóvenes amantes como
nosotros, jóvenes amantes
tan envueltos en su apetito y su locura, como animales en
vaivén que llegan más allá
de los coloquialismos, de las reglas comunes y de lo que
dice la gente.
Vendrás y te hablaré de mi reciente escritura, de la vida
formal
con la que sucedo entre las oficinas, de los vaticinios
que me acompañan al caminar solitario
por las calles del puerto, sin cigarros a la mano,
acompañado del libro que solicitaste, de los arrebatos de
Ovidio,
(mi gozo es el principio de mi dolor),
me acompaño de jóvenes poetas que echan a perder la poesía
en su afán de arraigarse en un estilo;
me dirijo a ninguna parte
acompañado también de asuntos que escribí hace tiempo,
tiempo en el que tú no eras ni microscópica sospecha, tiempo
durante el cual escribía para todos y para nadie y tú, a
pesar de existir, no estabas;
sí, camino sinrumbo acompañado de tu nocompañía,
pensándote e intentando tropezar con aquel joven novelista,
(reciente amistad encontrada en los baches del puerto)
para ir por cerveza y hablar de cómo le va al mundo, hablar
de nuestras
existencias y enfadarnos de nuestros egos y retirarnos sin
despedida.
Camino esperando que te asomes, esperando un mensaje
al teléfono diciendo que vendrás antes de la hora
para quedarte por largo rato
rompiendo la frontera entre tu yo y mi yo.
Vendrás y vuelvo a mi infinito.
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