jueves, 14 de marzo de 2019

Naturaleza acuática y otros poemas

Naturaleza acuática

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Hay hogares que rondan precipicios, horas lúgubres encadenadas al televisor, aves asesinas desanudando sus alas.
Un camión zarpa hacia urbes con menos accidentes, con más puestos de trabajo.
El cielo tatuó huracanes en mi infancia, por eso –no por el trópico o las estaciones ecuatoriales– es que pudro mi silencio bajo la lluvia.
Por las noches, mamá separa sal sin queja alguna. La vende como fruto amargo, a escondidas de mi padre.
Su piel se acristala tropicalmente y pienso que la tristeza carcome su blusa, su falda floreada.
Tengo nostalgia por tiburones y tortugas.
Un espasmo me arrastra hacia fotos donde a oscuras escapaba de casa y surfeaba las primeras olas del día.
Alguna vez tuve amigos que aprovecharon un mar de fondo para izar las velas y marcharse.
Quien no se marcha de este puerto deviene en espíritu vagabundo.
Aquí permanezco lamiendo piedras, conchas salinizadas.
Pierdo identidad al reflejarme en la bahía y descubrir que otro hogar es abandonado.
Sus habitantes se despiden.
Les respondo con odio mientras incendio su casa para que indigentes o animales salvajes no se refugien en ella.
Hay una isla desierta que me acurruca cuando pierdo la memoria y no enciende mi Volkswagen.
(Texto completo en Carruaje de Pájaros)

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