Espiamos la distancia de la ventana,
cómo antes del sacrificio enlistan horas
las aves que fracturaron el abandono:
hicimos circo, maroma y teatro
con el coito y sus impericias.
La tarde tirita mientras el calor
vacila en la noche de la bahía.
Árboles se vienen abajo
y Chopin engalana caricias subterráneas.
Espiamos el vapor de las casas viejas,
las cicatrices espirituales de los parques.
Nos apagamos como esas costumbres horrendas
a las que nos obligaron los abuelos,
la vida,
exhaustas mentiras de moribundos.
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