martes, 24 de abril de 2018

Home office

Las noticias, como la vida, no varían, aunque llueva.
Llevo casi dos semanas instalado en este sillón,
hurgando la web en busca de asesinatos y discursos de campaña,
en busca de esa voz que ahogué en Santa Lucía,
la misma voz que pelea con los niños
cuando uno no se acaba su comida y despierta al hermano,
a quien tengo que decirle: ya vendrá tu madre,
guarda silencio que en la pantalla
apareció un hombre balaceado en no sé dónde.

Pero no se callan, maldigo trabajar desde casa,
y no se callan, maldigo la lluvia rebotando allá afuera,
maldigo la orina que ofrecen como anuncio de esperanza.

Los niños, más tarde que temprano, caen rendidos.
Son un par de huracanes que, al mismo ritmo,
riegan dulces, coches miniatura, bloks de plástico
y sueños infantiles; poco les importan las noticias.

Entonces, escucho tus pasos al subir las escaleras.
Afuera la lluvia no merma. Tú, como de costumbre,
te quejas del reguero que es la casa,
de que te robaron un libro cinco minutos
después de comprarlo y del agujero
que el más pequeño le hizo al sofá.

Vuelvo a la web: discursos oficiales, balaceras,
películas de ciencia ficción recién estrenadas.
Las noticias, como tus deseos de charlar,
no varían, aunque llueva a cántaros.

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