jueves, 3 de marzo de 2016

Alguna vez fui puntual

Hasta los veinticuatro años fui la persona más puntual de la cuadra. Siempre llagaba media hora antes a la escuela, a los partidos de fútbol, hasta a mi primer trabajo como encargado de un ciber durante mis estudios universitarios.
Quizá mi obsesión por la puntualidad se gestó por tantas consultas médicas a las que iba en mi infancia. Me enfermaba de las anginas cada mes si tenía suerte, pues lo común era estar en una sala de hospital cada quince días. Con la fiebre rozando los cuarenta grados, mi madre prefería que recibiera una consulta en calma, que me revisara el médico sin ninguna prisa y me recetara lo mismo de siempre. Una o dos veces fui a parar a la sala de urgencias y todo porque soporté la jornada escolar con fiebre por encima de los cuarenta grados; si mi madre se hubiese enterado en esas ocasiones, me hubiera sacado antes de las once de la mañana para ser el primero en recibir la ficha porque la burocracia tiene sus reglas, sus horarios en esto de las citas médicas. Así que había que estar dos o tres horas antes, con el rostro pálido, con el cerebro deshidratándose, semiconsciente, con el bicho cotidiano inflamando mis amígdalas. (Texto completo en La Crónica de Hoy)

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