Para los integrantes de LIBERIA (y sólo porque Julio Herrera pidió una de más)
Esto no es ficción, son ramas de un árbol
intentando devorar la ruina y exhalarla
como un tabaco antes de dormir.
Es una parvada de tiburones tercos
en hallar una playa gloriosa
donde se puedan destapar botellas
de alcohol y pedir comida tradicional
en calma, esperando la llegada de la tarde,
después de perderse en el océano
violento que es un campo de fútbol.
Piernas menguan después del
pitido inicial, inicio con voracidad
por driblar gnomos y meter pases de gol,
que no son gol porque el portero rival
tiene un imán raro en las manos.
Pases de gol que nunca llegan a su destino
como deberían: demasiado corto, demasiado
largo, demasiada fuerza al pegarle el balón.
(Corre, corre, métele la pata, aprieta, así no,
también los pases hacia atrás son pases
de ataque, ¿falta?, apenas si lo toqué,
¿y ésta no la marcas?). Piernas naufragio
entre los ojos abiertos de los contrarios
y sus patadas desmontando ataques, defensas.
La terquedad en el fracaso
es un árbol sin ramas, sin tallo, sin tino
para hacer que el balón rompa las redes,
un árbol que sueña con invadir el cielo. Y vienen
los contrarios a toda velocidad, gol en contra,
otro más, el tercero en seis minutos.
Lamento de las fallas que se amontonan
en la banca, como la basura espacial
que más temprano que tarde provocará
catástrofes en naves galácticas. ¿Qué pasa
en estos rieles? Cada vez se defiende con
mayor gallardía y los goles en contra hacen muchedumbre.
Cada vez se toca más la pelota en media cancha
y se carece de tiros a puerta. Cada vez el ensamble
de los tiburones funciona de mejor forma
y no llega un golpe sobre la mesa que encarrile
hacia esa playa gloriosa. Algo truena.
Alguien se burla de nuestra derrota
por cinco o seis, ocho goles en contra
y en los vestidores se escupen las cenizas
de cada oportunidad de gol desperdiciada,
de cada sábado anegado de sudor, de golpes
y buenas intenciones para el próximo partido,
cada sábado en que tiburones moribundos
van tras la fritanga sabiendo que en la fonda
se incuba una temporada para el recuerdo.
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