sábado, 17 de agosto de 2013

Un disparo más que pega en el poste

puede que te hayas ido
o que nunca te he encontrado
o nunca debí encontrarte
trastabillando, a unos metros de la playa, sobre la nostalgia
de muros luminosos que ofrecen hamburguesas
y líquidos que en el estómago se vuelven metal
o plástico que carcome, pasados los años, las vías urinarias;
pero estaba en que posiblemente
nunca di contigo o viceversa,
que todo, una noche cualquiera, de insomnio,
fue un mal drama de alegría
en una burbuja de falacias
o que todo fue una leyenda
que nadie me creía

cuando, antes de cada partido de fútbol,
la narraba para agarrar coraje
y hacer piruetas con el balón en los pies
o por lo menos para estrellar el balón,
una vez más, después de media docena, en el poste;
creo que nunca di contigo
aunque tus vestidos, esos ropajes multicolores
que se aparecen en cada fotografía,
muestran lo contrario, rebaten mi pensamiento
de que siempre has sido ausente
mientras tomo un autobús
que me lleva al culo del mundo,
a la hipocresía de los fines de semana,
me lleva a esas plazas sin flora y fauna que las decore;
creo que me dejé llevar por la tristeza
de tus pantorrillas que jamás morderé,
de tus silencios que jamás morderé,
de esas controversias que llegan a los golpes,
las tuyas y las mías, que jamás morderé;
puede que todo esto
no sea más que tu voz inasible (que tampoco morderé
y que pertenece a otro hombre, con el que amaneces
y discutes porque no hay un vaso de leche en el refrigerador
o se ha acabado el café soluble, la carne
o el líquido para desinfectarse las manos
antes de sentarse en la mesa)
que se cuela cada vez que miro tus fotos
y las borro y no sé cómo diablos las recupero
y vuelvo a ellas aunque tú no quieras aparecer
de una vez por todas en este fin de verano
que pronto arrastrará el lodo
con el que podremos construir
ese laberinto del que tanto te he hablado
cuando te encuentro imaginariamente
en esas noches en las que sólo hablo
de la soledad en la piel
y vuelvo a poner los pies sobre la tierra
y me duele ponerlos ahí
como si tuviera los tobillos fracturados
pero puede que sólo sea mi espíritu errante
que busca unos centavos
para que lo dejen habitar la tumba
que le pertenecerá por algunas décadas.

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