Esta tarde murió Paco. El mejor extremo del mundo que no fue futbolista profesional porque un pendejo del barrio le rompió el tobillo derecho, la crisma y la bolsa donde guardaba los cachivaches deportivos. Una pelea de barrio acabó con el futuro goleador de Paco. Aunque era mejor poniendo asistencias. Metí muchos goles gracias a las diagonales suicidas de Paco. Una ocasión, con el profe de Física (no lo confundan con educación física, sino lo que tiene que ver con esa fórmula mamona de E=MC2) hicimos una apuesta. Meter cinco goles en el primer tiempo de los cuartos de final de la prepa. Era contra un equipo de pena ajena. Aceptamos. No cumplíamos y nos reprobaba en el último semestre de la prepa, sin derecho a extraordinario, no podríamos tener certificado de bachillerato. Ganábamos y nos ponía un diez en ese semestre y pasaríamos la materia reprobada hace un año. Cayeron los cinco goles: metí dos tiros libres, una diagonal suicida, y el Paco metió los otros dos con estilo, quebrando la cintura de los rivales. Pero esta tarde Paco está muerto. La última vez que nos fuimos de borrachos dijo que no soportaba ser chalán, que sus pies eran para aventuras menos llaneras, que un día de estos se mataba. Un futbolista fracasado de 23 años con atisbos de suicidio. Paco nunca me aceptó un cigarro, pero le gustaba el tequila. Su mamá murió atropellada hace un par de años. Y se quedó solo, viendo cómo se podría el bajareque que le dejaron de casa. Paco está muerto y quiero abrazarle, decirle que no sea tan cabrón, que nos hubiéramos inyectado esa chingadera los dos juntos, que no podía dejar mis domingos sin sus diagonales suicidas. Que aquel futbolista triste seguirá metiendo golazos y rompiendo récords como lo hacemos domingo tras domingo en el llano. Quiero llorar. Mi hombría lo impide. Sería más leve si tuviera los abrazos veloces de cierta chica y sus dientes suturando mi dolor. Paco murió y más que sus pases a gol recuerdo que en el examen final en una pregunta que decía que explicáramos la equivalencia entre la masa y la energía, Paco dibujó el área rival, a él en la banda izquierda metiendo un centro, la trayectoria del balón y yo rematando de bolea ese quinto gol que nos libraba de otra materia reprobada.
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